Sólo hace falta darse un paseo por el chino del barrio y un poco de imaginación para que la princesa Zeta me haga una bonita escultura con plastilina y pajitas para ponerla sobre el ordenador del trabajo.
Además, resulta que soy yo tocando la guitarra, cosa que no he hecho en la vida. Lo ha debido confundir con lo de que yo de pequeña tocaba el laúd en el colegio. Y a día de hoy no me ha servido para nada porque ni me acuerdo.
Lo mejor de todo es que me ha imaginado con un hamster en la cabeza y ahí que me lo ha plantado.
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