viernes, 1 de junio de 2018

Los pájaros nos quieren

Los pájaros nos quieren, eso es un hecho. Tras haber hospedado un par de veces a una pareja de gorriones, este año hemos rescatado de una muerte segura a un mirlo. Sé que es un mirlo porque alguien me lo dijo después de enseñarle algunas fotos, no porque yo tenga conocimiento alguno sobre pájaros.

La cuestión es que hace unos días empezamos a escuchar piar a un pájaro, como si estuviese al otro lado de la pared, en la casa de los vecinos. Incluso el príncipe A se asustó una vez y vino a decirme que oía algo raro. En principio pensamos que los vecinos tenían una nueva mascota, pero cuando también empezamos a oír una especie de aleteo, como si las alas tocasen con algo, nos empezó a parecer algo más raro. Preguntamos a los vecinos si tenía un pájaro y nos dijeron que no, pero nos dijeron que también estaban oyendo los mismos ruidos. Entonces pensamos que lo más probable era que el pájaro se hubiese colado de algún modo por el conducto de ventilación de los baños, que mira que tiene mérito porque es nuestro piso es un primero y el conducto de ventilación sube hasta el tejado. Con esa hipótesis quitamos la rejilla que cierra el conducto de ventilación en nuestro baño para ver si el pobre pájaro salía por ahí. Incluso le pusimos una linterna para que viese la luz y pudiera acercarse mejor. Nada, pasaron varios días y el pájaro parecía no poder salir por ahí. Aunque seguíamos escuchando sus ruidos de vez en cuando, le auguramos una muerte segura.

Pasado algún tiempo y pensando que ya nada podríamos hacer por él, volvimos a escuchar ruidos. Esta vez eran ruidos de patas sobre la escayola del techo del baño. Sorprendidos por el hecho de que pudiera estar ahí el pájaro, quitamos uno de los focos que hay en el techo para ver si podíamos recatarlo por ahí. Y al poco de haberlo quitado, vemos como asoma la cabeza de un pájaro. Cerramos la puerta del baño rápidamente para que no se asuste con nuestra presencia e intentase salir de algún modo. La verdad es que no tardó nada en salir de ahí. No me extraña, con la de días que llevaba el pobre encerrado.

Al principio el pájaro no quería irse, le abrimos la ventana y se quedó en el alféizar, como pensando qué hacer. Yo creo que era un pájaro que había nacido hace poco y no estaba acostumbrado a ver ese espacio tan grande. La princesa Zeta y el príncipe A le pusieron de comer y de beber y aunque al principio parecía que no quería comer, terminó comiendo y bebiendo. Yo no quería que se acercaran mucho porque si se asustaba podría caerse sin querer, pero al final el pájaro no estaba nada asustado con nuestra presencia. Incluso el príncipe A lo tocó una vez, pese a haberle advertido que no lo hiciera, claro. Parecía tan contento con nosotros que tardó horas en volar de aquella ventana y nosotros mientras mirando al pájaro, más entretenidos que viendo una película.


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