viernes, 23 de octubre de 2015

Dinópolis y Teruel

Hace cuatro años, por esta época, estuvimos en Teruel. En primer lugar, el destino elegido fue Dinópolis, ya que en aquel momento (y a día de hoy) la princesa Zeta es una fanática de los dinosaurios. Pero luego resultó que la ciudad también nos gustó mucho.

Eso sí, la carretera de acceso desde Cuenca deja mucho que desear y me acuerdo que dije que hasta que no hubiera autovía no volvía. Pues como suele suceder, el pasado fin de semana hemos vuelto a ir.

Bien es cierto que esta vez la cosa ha sido diferente. No hemos hecho todo el viaje del tirón y eso ha ayudado bastante. El paisaje que se veía desde el coche era precioso, con los colores de otoño. Pero la carretera estrecha y el montón de curvas siguen estando.


Creo que nos hemos convertido en expertos en Dinópolis. Nos conocemos todas las atracciones y sobre todo las medidas que hay que tener para acceder a ellas. El príncipe A se quedó con ganas de entrar a una de ellas porque no daba la talla. Y eso que él insistía en medirse una y otra vez, pero nada, que la cosa seguía igual por muy de puntillas que se pusiera. Incluso lo perdimos de vista a la salida de una representación en el teatro, con momento de nervios incluido. Pero allí estaba él, tan tranquilo volviéndose a medir otra vez.

Una de las cosas que más les llamó la atención la primera vez fue una atracción para desenterrar huesos de dinosaurio. La princesa Zeta se pasó un buen rato escarba que te escarba. Pero creo que ahora le ha gustado más el laboratorio donde trabajan con los fósiles. Todavía está en la fase de querer ser paleontóloga de mayor.


La ciudad de Teruel es pequeña pero muy bonita. Con calles estrechas por las que perderse pero que irremediablemente te llevan a la catedral. Y con altos edificios de estilo mudéjar que sobresalen por encima de los demás. No hay que perderse la plaza del Torico para saber por qué la llaman así. Y tampoco el mausoleo de los amantes de Teruel, con ese mármol blanco que impresiona mucho.

Un encanto de ciudad a la que igual volvemos en cuanto el príncipe A haya crecido unos centímetros. ;)

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