viernes, 20 de mayo de 2016

La verdadera historia de la cebra

Como ya conté en la entrada de los marcapáginas, la princesa Zeta y su padre rehicieron la historia de la cebra soñadora para contarla en el colegio, en un maratón de cuentos.

La princesa Zeta hizo esta bonita portada para su cuento:



y su padre, hasta se caracterizó para contar el cuento y hacerlo más creíble:


Vamos, que se lo trabajaron pero bien. Aunque los demás también colaboramos escuchando una y otra vez el cuento.

Aquí va la historia de la cebra, tal como sucedió. ;)


La verdadera historia de la cebra que 
quería ser un caballo de carreras

Esta es la historia de una cebra llamada Félix que soñaba con ser un caballo de carreras ..., en ir las carreras y correr, ganar muchas copas y tener un hogar donde un jinete la cuidase y la quisiese  mucho. Por desgracia, en su sueño, los caballos con los que competía se reían de ella porque tenía rayas y parecía que había salido de la cárcel y eso hacía que se sintiese infeliz.


Aún así, nuestra cebra quería seguir siendo un caballo de carreras, pero no cualquier caballo, quería demostrar a aquellos caballos que se reían de ella, que podía ser la mejor. Pero sabía que para conseguir ser el mejor en algo se necesita mucho trabajo y mucho esfuerzo... y es por esta razón que nuestra cebra Félix se entrenaba todos los días.

Uno de esos días se encontraba entrenando en un precioso y extenso prado. Parecía que el prado no tenía fin, la hierba que lo cubría hacia que pareciese una alfombra verde y cubierto de flores de diferentes colores. El viento que corría  hacía que las hebras de hierba y las flores se meciesen al son de la brisa.


Pues en ese prado se encontraba nuestra cebra. Corría muy veloz, tan veloz que las flores salían despedidas a su paso, parecía que fuese flotando sobre la hierba. En su carrera vio a una niña muy guapa con el pelo rubio, de ojos marrones, con un pantalón verde y una camisa a rayas rojas y blancas, que se encontraba ensimismada, embobada al ver un animal tan hermoso, esa cebra con su rayas blancas y negras, - rayas que son horizontales en su cuerpo y verticales en sus patas -

La cebra vio a la chica y se acercó:
-Hola -se presentó a la niña-. Soy la cebra Félix y quiero ser un caballo de carreras Ir a las carreras y correr, ganar muchas copas... Pero me siento triste e infeliz porque algunos caballos se ríen de mí porque tengo rayas blancas y negras. 

Decía que no quería ser una cebra triste y fea con sus rayas blancas y negras que quería ser alegre y bonita como los colores del arco iris.

La niña se quedó perpleja de lo que estaba escuchando, no entendía nada:
-Amiga cebra, ¿por qué dices eso?¿Cómo se pueden reir de ti esos caballos? Tú eres igual que ellos salvo en tus rayas negras y blancas que te hacen ser especial, quizás por esto se rían de ti.

(¿Sabéis quienes se ríen  y se burlan de los demás? Los que son crueles y no tienen corazón, porque quieren hacerse los graciosos a costa de otros sin pensar que eso les puede herir los sentimientos y hacer que se sientan muy tristes.)

-No debes hacer caso de lo que digan los demás. Tú eres muy hermosa,  el blanco y el negro son también colores bonitos. Mira lo dulce que es la música de un piano con sus teclas blancas y negras. O mira el juego del domino con sus fichas negras y blancas lo divertido que es.

Ante las palabras de aquella niña, nuestra cebra Félix reflexionó y se dio cuenta de que realmente había cosas blancas y negras que representaban cosas hermosas y si ella tenía rayas blancas y negras también podía serlo. Se empezó a sentir mejor y tanto le gustó la idea que pensó en pintarse algunos de sus dientes de color negro.

La cebra le siguió contando a la niña que también le gustaría tener un hogar donde la cuidasen y encontrar a alguien que la quisiera y con quien poder entrenar mucho para ser la mejor en las carreras.


La niña, que tenía un corazón muy grande, escuchando todo aquello, no se lo pensó ni un instante y quiso ayudar a su nueva amiga y le dijo:
-¿Por qué no te vienes conmigo a mi casa? Te cuidaré y entrenaremos mucho para ser la mejor caballo de carreras.

La cebra, loca de contenta, aceptó encantada y se fue a la casa de la niña donde pasaron mucho tiempo juntas y se hicieron muy buenas amigas. Se veía muy feliz, estaba muy orgullosa de ser quien era y de tener la mejor amiga del mundo.
  
Corrieron muchas carreras y ganaron muchas copas, se había convertido en una cebra muy famosa, era muy aclamada por todos. Pero de entre todas las carreras, había una muy especial que quería correr, todo el trabajo y esfuerzo de nuestra cebra estaban enfocados a un sólo propósito, poder participar en la carrera de campeones, ¡la gran carrera de la herradura veloz! En esa carrera sólo podían participar los mejores caballos de carreras, los más veloces del planeta y de esa carrera saldría el mejor caballo de carreras del mundo... ¡esa era su gran carrera!

Fue pasando el tiempo y por fin llegó el gran día. Nuestra cebra se levantó temprano y se puso sus mejores herraduras. Estaba muy nerviosa y cuando entró al hipódromo vio que estaba abarrotado de espectadores que habían ido a ver la gran carrera. Todos reconocieron a nuestra cebra Félix y se levantaron para vitorearla y para aplaudirla.


La carrera iba a comenzar y todos los participantes se dirigieron a la línea de salida. Se colocaron en sus correspondientes cajones y comenzó la cuenta atrás: tres, dos, uno, pum... Salieron todos corriendo.

La carrera estaba muy igualada, todos corrían muy veloces, todos se habían preparado la carrera muy bien. Nuestra cebra no perdía ritmo y se encontraba siempre en las primeras posiciones. La carrera estaba siendo muy disputada. Según se aproximaban a la meta algunos caballos se iban descolgando, pero nuestra cebra continuaba junto a los primeros. Iba transcurriendo la carrera hasta que por fin llegaron a la recta final y ya sólo quedaban dos: nuestra cebra y nada más y nada menos que el ganador de la edición anterior, el mejor caballo hasta la fecha. 

Se iban acercando a la línea de meta, estaban cabeza con cabeza cuando iban a cruzar la línea de meta y entonces ... La cebra saltó sobresaltada de la cama, estaba un poco aturdida de tanta emoción, no sabía donde se encontraba, pero rápido comprendió que estaba en su habitación, metida en su cama. Todo había sido un sueño, un bonito sueño. Se acordaba de todo y estaba tan excitada y emocionada con todo lo que había sucedido en su sueño que ese día supo que es lo que de verdad quería ser: un caballo de carreras.


Pues, ni corta ni perezosa, se levantó inmediatamente de la cama, se puso sus mejores calzones de deporte, sus mejores herraduras y salió a entrenar, sabía que cuanto antes empezase antes podría ver su sueño cumplido.

Desde entonces, nuestra cebra  todos los días sale a entrenar porque aquella cebra sabía que solo con tiempo, trabajo y con esfuerzo algunos sueños se pueden alcanzar, y ese era el suyo.

 Para lograr grandes cosas hay que ser grandes soñadores.

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