Hay que ver lo distinta que se puede ver una feria dependiendo de la edad con que la mires. Hace algo más de 20 años ni me habría molestado (más allá de que se me ensuaciasen los zapatos) por pisar según qué charcos. Pero ahora, al pasear (esto es un decir con tanta gente) por la feria de Albacete, me molestaba bastante que mis hijos y sus primos pisasen los mismos charcos. A saber de qué líquido serían.
En aquella época tampoco te molestaban los empujones y las apreturas. Ahora tienes miedo de poder perder a alguno entre la multitud. Antes te divertías tú, ahora te diviertes viendo que los tuyos lo hacen.
El panorama de ahora ha cambiado bastante y creo que a peor. Mucha más gente por todas partes y a todas horas. Demasiado agobio para poder disfrutarla.
En la feria de Albacete hay que cosas que hay marcadas para hacer sí o sí: beber un vino dulce, comer un bocadillo de muchas calorías, tomar un miguelito de La Roda, beber un mojito y comprar boletos en la tómbola de Cáritas.
El vino y el bocata se cumplieron sin problemas. Que hay que ver qué bocadillos tan sofisticados hacen: chorizo, morcilla y huevo frito. De estos pedimos más de uno.
El miguelito lo cambiamos por un gofre, con gran alegría por parte del prícipe Hache que creo que es su dulce favorito.
El mojito parece ser que lo dejaremos para mejor ocasión, no se puede tener todo.
Pero en lo que sí triunfamos fue en la tómbola de Cáritas. Menuda cara se le puso al príncipe A cuando abrió su boleto y vio que le había tocado una bicicleta. Y menuda cara puso el resto de la familia. Vaya suerte que tuvimos porque sólo se sortean dos para toda la feria.
Así que nos volvimos para casa con una bicicleta desmontada en el maletero. Y falta que le hacía a la princesa Zeta, que tenía una bici de princesa, heredada, y que pesaba mucho. Ahora la va a poder disfrutar ella hasta que a su hermano le lleguen los pies a los pedales. Es lo que tiene ser hermana mayor.
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