viernes, 16 de septiembre de 2016

Qué hacer en Cantabria

Por fin hemos hecho el viaje que teníamos previsto hacer a Cantabria a finales de mayo y no pudimos hacer.

Yo ya había visitado Cantabria en 2005, así que ya sabía qué cosas bonitas quería enseñarles, pero también le eché un vistazo al blog de mi amiga Ana, que siempre lleva un gato en su maleta. ;)

Los sitios que visitamos y el día en el que lo hicimos están pensados para rentabilizar al máximo el tiempo y poder aprovechar algunos extras, como en el caso de Altamira.

Esto es lo que hicimos, desde luego mucho más de lo que teníamos previsto:

Día 1:
Llegamos a mediodía a Suances, después de más de 500 Km. Con estas espectaculares vistas nos encontramos al bajar del coche. La foto está hecha desde el faro. Después de comer e instalarnos en el apartamento, nos dio tiempo de ver la playa de los Locos, pasear por la playa de la Concha hasta el puerto y mojarnos por la lluvia a la vuelta. Ya no volvió a llover en todo el viaje.


Día 2:
Comenzamos el día visitando la cueva del Soplao, una auténtica maravilla de la naturaleza. Hicimos la ruta de un kilómetro y quedamos en volver dentro de unos años para hacer la de 3 kilómetros, para la que hay que tener más de 12 años, ya que es mucho más larga y difícil, incluso hay que ir con un equipo adecuado. Ojo, que dentro de la cueva hace fresco. El guía iba incluso con forro polar. Las entradas nos costaron 12 € por adulto y 9,5 € por niño.
Las vistas desde el párking son espectaculares. Los niños alucinaban con las vacas en medio de la carretera, ya que por nuestra tierra no es nada habitual verlas. El príncipe A alucinaba más con la peste de las cacas de la vacas.

Después nos dirigimos a San Vicente de la Barquera, pueblo muy turístico y que está ubicado en un entorno precioso. Aquí estuvimos comiendo y paseando.

Más tarde fuimos a ver la playa de Oyambre, que está en el Parque Natural de Oyambre. Una playa enorme de la que no pudimos disfrutar, nos quedamos con las ganas.

Para finalizar fuimos a Comillas para ver El Capricho. Su nombre real es Villa Quijano pero todo el mundo la conoce como El Capricho. Una de las primeras obras de Gaudí, en este caso se trataba de la casa familiar de un indiano. En 2009 dejó de ser restaurante y ahora está abierta a todo el público, con visitas guiadas en las que te explican hasta el último detalle. Una verdadera maravilla si te gusta tanto como a nosotros la arquitectura del genial Gaudí. La entrada tampoco resultó ser muy cara: 5 € adultos y 2,5 € niños. Pero sentarte en la famosa barandilla-banco del salón no tiene precio y el miedo al bajar por la estrechísima escalera de caracol tampoco lo tiene.

Pueden parecer muchas cosas para el mismo día, pero está todo bastante cerca.



Día 3:
Nos fuimos a subir al teleférico de Fuente Dé. Era el sitio que nos quedaba más alejado, a casi dos horas de camino y yo tenía pensado llegar pronto para evitar colas. Pues otra vez será porque en esta ocasión no ocurrió así. Teniendo en cuenta que no madrugamos y que hay que atravesar el desfiladero de La Hermida, donde la carretera se estrecha mucho y hay que ir muy despacio, llegamos sobre las 11 de la mañana. Subimos casi dos horas después debido a la cantidad de gente que había. La verdad es que no sé cómo me atreví a subir, con el miedo que me dan las alturas, pero quería que el resto de la familia lo viera y yo no me iba a quedar abajo esperando. En este punto también puse mis esperanzas en conseguir colocarme en la parte de delante de la cabina, para pasar menos miedo. Esto tampoco ocurrió, se colocaron en la parte de atrás, donde vas viendo como te elevas del suelo. Me pasé todo el viaje, de unos 4 minutos, mirando la cámara según grababa porque no podía mirar para abajo. Hay que tener en cuenta que el desnivel que salva el teleférico es de más de 700 metros.
Nosotros compramos los tickets de ida y vuelta (17 € adulto y 6 € niño), pero cabe la posibilidad (queda pendiente para la próxima vez) de sacar solo el de ida y bajar andando por una ruta de unos 14 kilómetros. 
Allí arriba nos recibió un rebaño de cabras muy simpáticas que se querían comer nuestras galletas a cambio de posar para nosotros.

Como habíamos subido tan tarde y estuvimos dando un paseo por arriba para ver el paisaje, se hizo tardísimo para comer, pero decidimos ir a comer a Potes, que era nuestro siguiente destino. Y allá que fuimos a comernos un cocido lebaniego, que nos sentó fenomenal incluso a las cinco menos cuarto de la tarde. Este pueblo no hay que dejar de verlo y comprar muchas cosas riquísimas.


Día 4:
Este día tocaba visitar el parque de la naturaleza de Cabárceno, situado en una antigua mina de hierro. La visita se hace en coche, que puedes aparcar en distintos sitios a lo largo de la misma, y te bajas para poder pasear y ver los animales más de cerca. También puedes entrar comida al parque. Las instalaciones están muy bien para los animales pero no dejan de ser animales en cautividad. Nosotros llegamos pronto y los tigres todavía estaban en sus jaulas. Después de casi ocho horas en el parque a 32 ºC no volvimos a ver si ya habían salido.
Una cosa que nos gusto mucho fueron las exhibiciones, especialmente la de aves rapaces.
La entrada era de 25 € para adultos y 15 € para niños. Justo al día siguiente escuchamos en la radio que subían el precio porque inauguraban el teleférico del parque y tenían que amortizarlo.

Por estar tanto tiempo en el parque casi no nos dio tiempo a visitar Santander, pero nos pudimos pasear por las playas de El Sardinero, la Concha y el Camello y comernos un rico helado de "orujo de liébana con sobaos". ¡Qué rico estaba!


Día 5:
Este día no lo planifiqué yo, pero resultó ser uno de los que más cosas bonitas vimos. Primero nos fuimos a Solares, famoso por su balneario y por el agua que se embotella. El pueblo no es bonito en sí pero tiene una par de cosas que nos gustaron mucho. Por un lado la finca del marqués de Valdecilla, otro de esos indianos que volvieron ricos de hacer las américas. Y por otro lado el parque de Mina Pepita. Este parque está en el casco urbano del pueblo y nos llamó mucho la atención. Está construído en una antigua mina y da la impresión de que estás perdido en la selva, todo lleno de vegetación y rocas. Sobra decir que algunos pasaron de ir por los senderos indicados, optando por otros más divertidos a la par que peligrosos.

A la hora de comer decidimos irnos a Liérganes, que estaba cerca. Llegamos justo antes de que cerrara la oficina de turismo y un chico muy amable nos explicó qué se podía ver. El pueblo es precioso en sí, de hecho a la entrada del pueblo había un cartel que indicaba que estaba dentro de los pueblos más bonitos de España. Las casonas eran espectaculares, muy cuidadas y llenas de flores la mayoría. Estas casas fueron construidas para los trabajadores de más alto rango, cuando en el pueblo había una fábrica de armas. 
Otra cosa curiosa del pueblo es su puente romano, que no es romano, sino que se construyó en el siglo XVI. Pero sobretodo, lo que más nos llamó la atención fue la leyenda del hombre pez. Nos la explicaron al detalle en una visita guiada dentro del antiguo molino del pueblo.

Por la tarde nos aventuramos por la carretera estrecha y llena de curvas del valle del río Asón y llegamos a su nacimiento. Desde el mirador que está enfrente del nacimiento, las vistas al valle son espectaculares. La pena fue que por la cascada donde nace el río apenas caía agua, supongo que por la época del año. Seguimos subiendo porque no queríamos volver a casa por el mismo valle y bajamos hacia un pueblecito llamado La Gándara, donde paramos por casualidad. Previamente nos encontramos con un rebaño de vacas que subía por el otro carril de la carretera y a los niños les hizo mucha gracia que fueran solas tan bien colocadas por su lado. En este pueblo nos encontramos con un mirador colgado al vacío sobre el río Gándara. ¡Qué impresión!, eso que yo sólo lo vi desde tierra firme.


Día 6:
Este fue nuestro último día de excursión. Nos habíamos dejado la visita al museo de Altamira para un viernes. Resulta que los viernes, entre los que compren entradas para visitar la neocueva antes de las 10:30, sortean 5 entradas para ver la cueva original. Nosotros participamos en el sorteo, pero no hubo suerte. También participamos en un taller familiar, en el que le pusieron al príncipe A una piel por encima, para que se sintiera como los habitantes de la cueva. La entrada a este museo es de las más baratas, sólo 3 € adulto y para los niños es gratis.

Después del museo nos dirigimos a Santillana del Mar, otro pueblo considerado de los más bonitos de España. Y vaya si lo es y vaya si lo saben porque está totalmente orientado al turismo. Todo son facilidades para aparcar en verano, a 2 € todo el día. El centro histórico del pueblo es peatonal. Como curiosidad visitamos el museo del barquillero, cuya entrada es gratis. Por lo demás, da gusto pasearte por sus calles viendo lo bonitas y cuidadas que están las casas y entrar en las tiendas para ver los maravillosos productos típicos de la zona.

Y como no me quería ir sin ver el parque natural de las Dunas de Liencres (que estaba previsto para otro día), nos fuimos para allá a pasar la tarde.  El entorno es precioso pero me dio muy mala impresión que el parking cercano a la playa estuviese tan lleno, allí habría más de 200 coches. Finalmente en la playa no había tanta gente, pero lo que sí había es muchísimos surfistas esperando la ola. Los niños pasaron un buen rato intentando hacer una presa para contener el agua que salía de las duchas, misión imposible por otro lado.



Día 7:
Vuelta a casa pasando por Palencia, donde más calor pasamos de todo el viaje.

Este ha sido otro de los viajes en familia que nos ha encantado y del que espero que guarden un gran recuerdo cuando sean mayores.

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