viernes, 24 de febrero de 2017

Cazadora con parches

Esta es una idea fácil y barata de personalizar una cazadora vaquera de lo más normal, para darle otro aire porque es muy sosa o porque nos hemos aburrido de llevarla así. Necesitaremos unos cuantos parches del estilo que más nos gusten.

En primer lugar, iremos colocando los parches sobre la cazadora para ver en qué sitio nos gustan más. Una vez decidido el sitio y con la plancha caliente sin vapor, vamos planchando cada parche para que se vaya pegando, sin olvidarnos de poner un trapo fino entre el parche y la plancha.

Si el parche es muy irregular de bordes, aunque yo lo hago siempre por seguridad, es conveniente darles unas puntadas para que se queden aún mejor fijados. Para ello tendremos en cuenta el color de borde del parche, que es por donde va a ir la costura. Utilizaremos un hilo que no sea muy fino e iremos dando pequeñas puntadas por todo el borde. Yo utilizo hilo de bordar del número 12 porque es lo que tengo en casa de otras veces.

De este modo tan fácil, la cazadora de la princesa Zeta ha quedado adornada con búhos y parece otra. A ver si me atrevo yo a hacer algo con la mía. 

martes, 14 de febrero de 2017

San Valentín 2017

Hemos hecho estas galletas para celebrar San Valentín. En realidad no es que seamos mucho de celebrarlo, pero cualquier excusa es buena para hacer galletas. La receta es nuestra receta clásica de galletas, pero en esta ocasión con colorante para hacerlas rojas. Está claro que tenemos que seguir mejorando la parte de hacer colores. ;)

¡Feliz San Valentín!

viernes, 10 de febrero de 2017

Cómo hacer un caballito de palo

Nos encanta hacer manualidades. Unas veces buscamos nosotros qué hacer para pasar la tarde, pero otras veces, como en este caso, nos vienen por obligación.

Para los próximos Carnavales, la princesa Zeta tiene que ir al colegio disfrazada de jockey,  y aunque el traje lo van a hacer en clase, hemos tenido que hacer un caballito de palo.

Buscando por internet, hemos cogido ideas de aquí y de allá para hacerlo a nuestra manera y hemos necesitado estos materiales:
  • 3 planchas de goma eva: gris, blanco y negro.
  • Relleno de cojín (también se podría utilizar papel arrugado).
  • Un palo (en nuestro caso es de madera pero podría ser el de una fregona).
  • Un tubo de cartón.
  • Tijeras.
  • Una argolla pequeña.
  • Cuerda para hacer las riendas.
  • Pegamento rápido (también puede usarse silicona caliente).
  • Ojos de plástico (también se pueden hacer con los restos de la goma eva).
  • Un cartón fino u hoja A3 para dibujar la silueta del caballo.
  • Un lápiz.
Realización:
  1. En primer lugar dibujamos en el cartón fino o en la hoja A3 el contorno de la cabeza del caballo y los detalles que le queramos hacer, por ejemplo, las riendas. También dibujaremos las orejas, que serán un triángulo con dos lados curvados.
  2. Recortamos del cartón la cabeza por el borde y la contorneamos sobre la plancha de goma eva del color que queramos. Tenemos que dibujar primero un lado de la cabeza y girando el recorte, dibujamos el otro lado simétricamente. Recortamos los dos lados. 
  3. Recortamos del cartón las orejas y las contorneamos en la goma eva del color que queramos. Las recortamos.
  4. Para las crines, recortamos un rectángulo de 20 x 20 del color que queramos. Pegaremos dos de los bordes opuestos y recortaremos, a lo largo de la especie de tubo que nos ha quedado, tiras de aproximadamente un centímetro de anchura sin cortarlas del todo. Más o menos dejaremos un centímetro para no cortarlas del todo y poder pegar después esta pieza al resto de la cabeza. En la parte que está pegada, cortaremos pequeños triángulos para que nos sea más fácil darle forma de curva al pegarlo a la cabeza.
  5. Recortamos del cartón fino las riendas y las contornearemos en la plancha de goma eva de otro color. Tenemos que dibujar las de un lado y simétricamente las del otro.
  6. Cogemos los dos trozos que forman la cabeza y los pegamos por el borde hasta la mitad, por la parte del hocico. Entre estos dos trozos pondremos después el relleno.
  7. Colocamos las crines entre los dos trozos de goma eva que forman la cabeza y las vamos pegando. Primero pegaremos un lado y después pegaremos el otro. Los pequeños triángulos que hemos recortado en las crines nos ayudarán a colocarlas mejor.
  8. Ahora colocamos las riendas sobre la cabeza y las vamos pegando poco a poco.
  9. Pegamos los ojos.
  10. Para hacer las orejas, cogemos los triángulos, los doblamos por el lado recto y los pegamos. Después los podemos pegar a la cabeza.
  11. Rellenamos la cabeza con el relleno de cojín o con papel arrugado. Hay que tener cuidado de no apretar muy fuerte para que no se despegue nada.
  12. Cogemos el tubo de cartón y lo cortamos longitudinalmente. Lo vamos haciendo más estrecho hasta conseguir que entre en él el palo ejerciendo un poco de presión. Pegamos el tubo para que se quede de esa forma.
  13. Pegamos el tubo en la parte inferior de la cabeza entre las dos piezas que la forman. Ahí es donde va a ir encajado el palo.
  14. Encajamos el palo en la cabeza para marcar el sitio en el que poner la argolla donde irán sujetas las riendas.
  15. Ponemos la argolla. Cortamos más o menos un metro y medio de cuerda y lo metemos por la argolla. En nuestro caso, con esa longitud hemos dado dos vueltas, pero dependerá en otros casos del tipo de cuerda.
Y no contentos con un solo caballito hemos hecho dos, para que no se aburran. Nosotros no nos hemos aburrido nada haciéndolos.

viernes, 3 de febrero de 2017

Aprendiendo a patinar

Hace como cosa de 3 o 4 años, se me ocurrió que teníamos que aprender a patinar. Me parecía a mí una cosa muy chula eso de ir a patinar en familia. Y es por ello que, exceptuando el príncipe A que era aún muy pequeño, el resto nos apuntamos a clases de patinaje en linea.

Para nosotros suponía un gran esfuerzo asistir a las clases porque teníamos que dejar al príncipe A con su tía (él tan contento, claro) e irnos a un barrio que nos pillaba un poco lejos de donde vivíamos y era donde se daban las clases.

Unos días antes de empezar las clases fuimos a comprarnos los patines. Suponíamos que había que ir con patines a la primera clase (aunque yo dije de ir sin patines y que nos informasen de qué tipo de patines nos vendría mejor). Ya en la tienda, mirábamos la estantería donde estaban los patines como el burro que ve pasar el tren, sin idea de qué tipo de patines nos convenía ni nada de nada. Pero salimos de la tienda con patines, bolsa para los patines y todo tipo de protecciones: coderas, rodilleras y una cosa para proteger las muñecas que no había visto en mi vida. Sólo nos faltó el casco y la verdad es que nos hubiese venido muy bien.

El primer día de clase lo recordaré toda mi vida, creo que nunca he sudado más haciendo menos. La cosa empezó bastante mal cuando entró el profesor con los patines puestos, muy profesional él haciendo giros y se pegó una leche contra unas vallas que había apartadas a un lado. Yo no sabía si reír o llorar, si al profesor le pasaba eso, no te quiero ni contar a los que no teníamos ni idea de patinar. Pero no, el primer día no me iba a pasar a mí eso ni por asomo porque no conseguí levantarme del suelo. Sí, desde la barrera las cosas se ven muy fáciles, pero yo me pasé una hora sudando como un pollo e intentando ponerme de pie. Lo pasé realmente mal. Hay que decir que a mi pareja no se le dio tan mal como a mí, creo que soy una negada total para el patinaje. Por suerte, a la princesa Zeta le tocó una profesora distinta.

Y así pasamos algunas semanas, en las que ya conseguí levantarme del suelo e incluso dar algunas vueltas a los circuitos que nos hacían. Pasó el tiempo e incluso cambiamos de profesor y, aunque mejoró un poco la cosa, a día de hoy no me veo para nada suelta con los patines, más bien con más miedo que otra cosa. 

Y como creo que es muy importante aprender a patinar cuando somos pequeños (cuanto más bajitos más fácil es), al príncipe A le regalamos unos patines para su cumpleaños y fuimos a estrenarlos. La princesa Zeta también cogió los suyos, que los tenía abandonados y claro, pasó lo que tenía que pasar, no le cabía el pie. La cara de decepción que puso fue total, pero como la solución pasaba por otra visita a la tienda de deportes, allá que nos fuimos otra vez. 

La princesa Zeta va muy suelta, el príncipe A creo que ha nacido para patinar pero, ¿y el resto, seremos capaces de ponernos de nuevo los patines o seguiremos viendo el espectáculo desde la barrera?