viernes, 23 de febrero de 2018

Qué hacer en el País Vasco (ii)

Continuamos con el viaje del verano pasado al País Vasco. Esta es la segunda parte del viaje, la primera parte del viaje no estuvo nada mal.

Día 5:

Este día tocaba visitar Vitoria, la capital del País Vasco. Intentamos aparcar en una zona donde no se pagase y que estuviese cerca de lo que queríamos visitar. Por eso nos dirigimos hacia la zona de la universidad y aparcamos por allí. En concreto, muy cerca del palacio Ajuria-Enea, que es la residencia del lehendakari vasco. Aquí presenciamos algo bastante curioso. Nosotros no teníamos previsto ver este palacio pero según íbamos dando un paseo, nos dimos cuenta del edificio del que se trataba. Estuvimos en la puerta unos minutos viéndolo y haciendo unas fotos y de repente se acercó un mensajero para llevar un paquete. Salió un ertzaina de una especie de garita que había cerca de la puerta y se dirigió hacia el mensajero. Le dijo que los paquetes se entregaban por otra puerta, y ante la pregunta del mensajero de cómo llegar a esa otra puerta, lo sorprendente es que el ertzaina le dijo que no tenía ni idea de cómo llegar  a la otra puerta. El mensajero se tuvo que ir con las mismas a buscarse la vida. Nos quedamos alucinando en colores.

Nosotros también nos fuimos de allí y nos dirigimos hacia la catedral de María Inmaculada Madre de la Iglesia, pasando por el parque de la Florida. Muy cerca de allí se encuentra la plaza de la Virgen Blanca y a continuación la plaza Mayor. Me pareció bastante curioso que tuvieran dos plazas, una al lado de la otra. A partir de aquí es donde arranca la zona conocida como "la almendra medieval", que recibe este nombre porque es la forma que adoptan sus calles. Se trata del casco histórico medieval de la ciudad. Dentro de este casco hstórico se encuentran algunos de los sitios más interesantes a visitar.


Uno de los lugares que nos pareció más interesante fue el museo Fournier de Naipes, situado en el palacio de Bendaña, que además es gratuito. Según nos dijeron, todos los museos que dependen de la diputación foral de Navarra son gratis. Es un museo interesantísimo acerca de la historia de los naipes y de esta famosa empresa española, la que fabrica las barajas de cartas con las que jugamos habitualmente. Otro museo que también visitamos fue el museo de Arqueología, que está justo al lado del museo anterior. Ambos museos se conocen como Bibat. Muy cerca de allí se encuentra la catedral de Santa María, que pensábamos visitar pero se encontraba de obras.

Una cosa curiosa sobre la ciudad de Vitoria es que hay mucha pendiente en algunas calles y han resuelto el problema mediante ascensores o escaleras mecánicas.

Para terminar la visita a la ciudad y como disfrute para los futboleros, fuimos a ver el estadio del Alavés C.F., el Mendizorroza.


Como aún quedaban horas de sol, se nos ocurrió sobre la marcha hacer unos pocos kilómetros más e ir hasta Guernica, que se nos había quedado pendiente el día anterior. Como no teníamos prevista la visita este día, llegamos casi cuando estaban cerrando. Pero con el tiempo justo para pasar a la Casa de Juntas y ver el emblemático roble o mejor dicho, uno de sus descendientes. Tanto el árbol como la Casa de Juntas son símbolos de la historia del pueblo vasco. Este municipio, que realmente se llama Guernica-Luno, fue bombardeado y casi totalmente destruido durante la guerra civil. Por todo el pueblo hay edificios reconstruidos y que quedan como vestigios de lo que allí pasó. Lo que ocurrió allí es un claro ejemplo de la destrucción que causan las guerras sobre la población civil, tal como Picasso plasmó en su famoso cuadro El Guernica.




Día 6:

Nuestra primera parada del día era la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, en el municipio de Bermeo. La mala suerte nos hizo elegir justo el día en el que celebraban una fiesta para despedir el verano y no dejaban pasar coches de turistas al parking que hay cerca. Tuvimos que aparcar bastante lejos de la ermita, junto con muchísimos coches más, utilizando el arcén de la carretera. La verdad es que no me gustó mucho la idea, pero ya que estábamos allí, no podíamos hacer otra cosa, no nos íbamos a ir sin visitarla. Supongo que tanta publicidad por la famosa serie "Juego de Tronos" ha hecho que vaya tanta gente que quiera visitarla. Una vez aparcado el coche tocaba la caminata hasta la ermita, con suelo de barro en algunos tramos, asfalto en otros tramos y piedras resbaladizas en el resto. Parece que está dando la impresión de que no disfuté mucho de la excursión, pues así fue. Tengo que decir que las vistas a la ermita, con esa escalinata en zigzag y el mar alrededor resulta espectacular de ver. Pero no sé realmente si volvería a subir los teóricos 241 escalones hasta llegar a la ermita. Los niños contaron los escalones a la ida y a la vuelta y a cada uno le salía un número distinto. Desde la ermita también hay unas bonitas vistas de la subida. Una vez allí arriba la tradición dice que hay que tocar la campana tres veces, según me corrigió una mujer que estaba viendo cómo yo tocaba solo una vez. También puedes comprar algún recuerdo de la ermita y hacer una foto de la misma por el módico precio de 1 euro, ahí es nada el negocio.
A la vuelta de nuevo hacia el coche, pasamos por la zona donde tenían los puestos de feria con cosas típicas  de la zona y compramos, cómo no, algunos dulces.


La parte final de la mañana la habíamos dejado para ir a visitar el bosque de Oma. Para llegar hasta el bosque pintado hay un recorrido circular de unos 7 kilómetros de un paisaje verde maravilloso. El bosque estaría más o menos en la mitad del recorrido. Se puede dejar el coche aparcado al inicio del mismo. A nosotros nos costó algo más de 2 horas en total, contando que hay muchos tramos cuesta arriba y que nos sentamos a comer un bocata. En este bosque, sobre los árboles, es donde plasmó su obra Agustín Ibarrola. Hay una serie de flechas en el suelo que te indican la posición en la que te debes colocarte para cada obra pintada sobre los árboles.

Por la tarde teníamos una cita en Deva, para una excursión que nos habían regalado en compensación por el problema que tuvimos en la excursión en barco que habíamos reservado para unos días antes. Esta excursión fue a pie hasta la playa de Santiago, donde nos explicaron cosas interesantes acerca de la formación del flysch. Al final de la excursión, ya que estábamos en la playa y aunque ya se estaban yendo los socorristas, algunos valientes se atrevieron a desafiar las frías aguas del mar Cantábrico y despojándose de su ropa se fueron a bañar. Vale, sí, otra vez me quedé sin bañarme en el Cantábrico, pero alguien tenía que quedarse haciendo las fotos y guardando la ropa.



Día 7:


Ya que estábamos en esta zona del norte de España no podíamos dejar de acercarnos a Pamplona. En esta ocasión sí que dejamos el coche en un parking que nos pareció que estaba bien situado, en la plaza del Baluarte. Desde allí nos dirigimos a la plaza del Castillo que está justo en el centro. Nosotros lo que queríamos era hacer el mismo recorrido que hacen los toros en los encierros de San Fermín (somos muy originales), pero hasta llegar a los corrales fuimos por otras calles, para no hacer el recorrido inverso.

El primer sitio que visitamos fue la catedral de Santa María la Real. Esta vez sí que entramos. Bueno, tres de nosotros entramos a visitar la catedral y también a ver una exposición que había sobre el origen de occidente. La exposición resultó interesante, creo que estaba muy bien ambientada, con recursos bastante originales. Como curiosidad, al comprar las entradas para la catedral, había una comparativa de precios de algunas catedrales de España, resultando la más cara la catedral de Toledo.

Después nos dirigimos hacia el Portal de Francia, en la muralla que rodea la parte norte de la ciudad. Muy cerca de allí es donde se encuentran los corrales donde encierran los toros para los encierros, aunque el resto del año se usa como aparcamiento. Desde los corrales hasta la plaza de toros hay paneles informativos sobre el recorrido.

La primera parada del recorrido fue la hornacina de San Fermín, figura a la que le cantan los mozos justo antes de que suelten los toros en cada encierro. Esta figura se encuentra en la cuesta de Santo Domingo. Seguimos caminando y enseguida se llega a la plaza del Ayuntamiento, que impresiona por su pequeño tamaño, sobretodo porque la hemos visto en la tele tantas veces repleta de gente al inicio de las fiestas que se supondría más grande. Esta plaza me gustó mucho. A la izquierda sale la calle Mercaderes y un poco más adelante a la derecha, la calle Estafeta, que lleva directamente hasta la plaza de toros.

Nosotros hicimos algunas paradas técnicas en la calle Estafeta para comprar algunos recuerdos, intentar levantar alguna que otra piedra y tomar algún que otro pintxo.

Terminamos por fin tomándonos un café en un banco al lado de la plaza de toros, mientras los niños jugaban en el parque infantil. A por el café alguien tuvo que ir dos veces, después de que los primeros cafés terminaran en el suelo. ;)

De vuelta al coche, pasamos por el monumento al Encierro, que se encuentra muy cerca de la plaza de toros. Se trata de una escultura de grandes dimensiones que representa a los mozos durante el encierro corriendo entre los toros.



Día 8:

Este fue el día de vuelta a casa pero queríamos aprovechar para ir a ver el edificio de la bodega marqués de Riscal en el municipio de Elciego (Álava). Nos dimos cuenta de que el edificio es mejor verlo desde lejos porque desde cerca no se aprecia en toda su dimensión y además no se puede entrar si no es con una visita guiada. Al ir con niños no nos apetecía mucho hacer esta visita guiada, así que compramos algunas botellas de vino y nos fuimos.

La siguiente parada era Soria, que nos pillaba más o menos de paso. Creo que si no hubiese sido así nunca hubiéramos pensado en ir a esa ciudad, desgraciadamente. La ciudad es bastante pequeña y el centro se puede recorrer facilmente. Primero visitamos la ermita de San Saturio, que está unos pocos kilómetros de la ciudad y luego callejeamos un poco. Al tratarse de un domingo las tiendas no estaban abiertas pero parecía que había cierto ambiente en los restaurantes al aire libre de la plaza Mayor y se veían algunas excursiones. Vimos la concatedral de San Pedro, el palacio de los condes de Gómara y alguna que otra pintura callejera.




Y esto es todo lo que dieron de sí los 8 días de viaje por el norte. Sin duda, con muchas ganas de repetir.

viernes, 16 de febrero de 2018

Qué hacer en el País Vasco (i)

Desde el verano pasado estoy pendiente de escribir sobre este fantástico viaje que hicimos a finales de agosto.

Particularmente tenía muchas ganas de visitar el País Vasco. En esta zona de España nunca había estado y siempre había tenido curiosidad por visitar. Por fin el verano pasado pudo ser.

Buscamos un apartamento que estuviese más o menos en el centro de la comunidad porque queríamos visitar todas las capitales, además de Pamplona. Alquilamos uno en Mendaro (Guipúzcoa), bien situado para acceder a la autovía y en una zona tranquila. Lo mejor desde luego fue utilizar las autovías de peaje siempre que se pudiese porque la orografía del terreno no es la más aconsejable cuando no conoces los lugares a los que vas. 

Día 1:

Como eso de madrugar no va con nosotros, al menos con parte de la familia, salimos tranquilamente hacia nuestro destino en el País Vasco. Casi de camino, porque nos tuvimos que desviar muy poco, estuvimos visitando el Valle Salado de Añana. Se trata de un valle en el que brotan manantiales de agua salada que es utilizada para la obtención de sal. Es muy curioso ver cómo se lleva el agua canalizada hasta unas eras donde se deja evaporar para extraer posteriormente la sal. Hacen visitas guiadas pero no nos daba tiempo a realizarlas, ya que teníamos que llegar a nuestro alojamiento a una determinada hora.

Nuestro alojamiento estaba en Mendaro, un pequeño pueblo rodeado de montañas de la provincia de Guipúzcoa. Como ya he dicho, lo elegimos porque estaba muy bien situado, cerca de la autovía, para poder llegar a todos lo sitios donde queríamos ir.

El pueblo en sí no era muy bonito, comparado con otros pueblos del País Vasco, pero a nosotros nos gustó igualmente porque no tenía nada que ver con el paisaje al que estamos acostumbrados. En este pueblo es donde estaba situado el hospital comarcal, precisamente en todo lo alto, como pudimos comprobar dando un paseo. Como curiosidad, el pueblo estaba dividido en dos mediante el río Deva, la carretera nacional y la vía del tren. Y por supuesto, como pudimos comprobar, disponía de un frontón.

También nos llamó mucho la atención que tuviesen tan en cuenta el tema del reciclaje. Debe ser de las pocas comunidades donde hay un contenedor de basura sólo para restos orgánicos. A ver si aprendemos por aquí.



Día 2:

Este fue uno de los días el día que con más ilusión había planificado. Tenía muchísimas ganas de visitar San Sebastián porque siempre había escuchado que era una de las ciudades más bonitas de España y la verdad es que no nos defraudó en absoluto.

Al final nos vino bien hacer la visita el domingo (teníamos en principio otros planes)  porque pudimos aparcar sin pagar cerca de los sitios que íbamos a visitar. Aparcamos a la altura de la playa de Ondarreta, pero como a unas tres calles de distancia de la playa. Vimos que mucha gente estaba haciendo lo mismo que nosotros, ya que en las calles más cercanas a la playa también había que pagar por aparcar incluso en domingo.


La primera impresión al llegar a la playa es de tranquilidad y limpieza, todo parecía estar en orden. Lo primero que hicimos, y que era una sorpresa para todos excepto para mí (me encanta hacer este tipo de cosas) fue subir al Monte Igueldo en funicular. A los niños les encantó, sobretodo cuando descubrieron que arriba había un pequeño parque de atracciones. Ellos se montaron en varias atracciones y a mí, que le tengo pánico a las alturas en general y a las montañas rusas en particular, me engañaron para que subiera en la "Montaña suiza". Menos mal que duraba poco tiempo, porque entre la velocidad que cogía aquel trasto y que estaba al borde de un precipicio, no sé cómo no empecé a gritar como una loca. A decir verdad, grité bastante.


Justo debajo del Monte Igueldo se encuentra el Peine del viento, la conocidísima escultura de Eduardo Chillida y uno de los sitios que hay que ver si vas a la ciudad. También nos dio tiempo a recorrer la famosísima playa de la Concha. Lo malo es que estaba un poco nublado y chispeaba, pero fue un paseo fantástico.


Como estábamos muy cerca del sur de Francia, también teníamos planeado llegar hasta S
an Juan de Luz esa tarde, pero una equivocación al poner la dirección en el GPS, nos llevó hasta Biarritz, que está un poco más al norte. Y ya que habíamos llegado hasta allí, no nos íbamos a dar la vuelta sin visitar la ciudad. Dejamos el coche en un parking, nos paseamos por la grande Plage y nos mojamos los pies gracias a un chaparrón que nos cayó mientras que estábamos buscando un sitio donde comprar unos croissants que se le habían antojado a la princesa Zeta. Menos mal que al final encontramos una pastelería preciosa donde compramos croissants, pasteles y unos macarons que tenían una pinta estupenda. Y es que al día siguiente había algo que celebrar.

Después volvimos a bajar hasta San Juan de Luz, un pueblo muy bonito con un paseo marítimo precioso. Aquí se nos ocurrió entrar a comprar pan a una panadería que tenía muy buena pinta por fuera, entendiendo que el pan francés es uno de los mejores del mundo. Pues nos debió tocar justo en la que hacen el pan malo. Compramos dos barras que resultaron ser el peor pan de todo el viaje, menos mal que a los niños no les importó mucho, dado el hambre que tenían.


Como aún nos quedaban algunas horas de sol, decidimos llegar hasta Hondarribia, pueblo que está separado de Hendaya (Francia) por medio del río Bidasoa. El casco histórico es muy pequeño pero bastante bonito.


Lo mejor de la jornada vino sobre las 9 de la noche, cuando nos disponíamos a volver al apartamento. Resultó que el coche no nos arrancaba, al parecer por la batería. Curiosamente nos habíamos gastado una pasta en la revisión que le hicimos pocos días antes del viaje. Pues ahí tuvimos que estar esperando, sentados en el muro de la alameda de Daniel Vázquez Díaz  hasta que vino la grúa para arrancar el coche y poder volver hasta el apartamento.



Día 3:

Este era el día más especial del viaje porque coincidía que era mi cumpleaños y les tenía preparadas una serie de sorpresas. Aunque las sorpresas también me las llevé yo, muy a mi pesar.


El día empezó mal, justo como había acabado el día anterior, con el coche que no arrancaba. Por suerte, la grúa vino muy pronto para arrancar el coche. Habíamos estado viendo que había un taller que tenía baterías disponibles de nuestro modelo justo en Zarautz, que era nuestra primera parada prevista para ese día, así que fuimos para allá. En el taller fueron bastante eficientes y se portaron muy bien, así que enseguida estábamos otra vez en ruta.


Lo primero que hicimos fue llegar hasta la playa para ver el "ratón de Guetaria" y de paso el restaurante de Karlos Arguiñano.


Desde allí nos dirigimos hasta Zumaia para visitar la ermita de San Telmo. El coche hay que aparcarlo en la parte baja del pueblo, en zona de pago, porque al casco histórico solo pueden subir en coche los residentes, al menos en verano. La ermita en sí no es nada del otro mundo, más allá de que fue donde se rodó parte de la película "8 apellidos vascos", pero lo que sí es realmente impresionante son las vistas que hay desde allí de la playa de Itzurun. En esta playa también se rodaron escenas de la serie "Juego de tronos", serie que no he visto pero sí vi por curiosidad esas escenas. Sin duda, la importancia de este lugar se da desde el punto de vista geológico, ya que aquí se reflejan en forma de una estructura sedimentaria llamada Flysch, más de 60 millones de años de la historia de la Tierra. A quien le interese un poco la Geología podrá entender cual fue mi sensación al estar en un lugar como ese. Definitivamente creo que me equivoqué al elegir la carrera.


Pues como he dicho, era mi cumpleaños y tenía una reserva sorpresa para comer en un restaurante del puerto llamado "Marina Berri". Creo que pocas veces he comido mejor. Elegimos ensalada de ventresca y rodaballo a la parrila, que resultaron deliciosos y los niños prefirieron arroz con bogavante, que les encantó.


Las sorpresas siguieron después porque había comprado tickets para dar una visita guiada en barco con la empresa Geoparkea que gestiona el geoparque de la costa vasca. En la visita nos iban a contar la historia de estos pequeños pueblos de la costa vasca y en especial nos explicarían qué era eso del flysch. El barco llegaría hasta Mutriku, visitaríamos el pueblo y volveríamos de nuevo a Zumaia.


El viaje de ida se dio con total normalidad y nos estuvieron contando que, pese a lo que pudiera parecer, estos pueblos no se dedicaban a la pesca, sino que se dedicaban a la construcción de barcos, en especial de barcos balleneros. Desembarcamos en Mutriku y visitamos el pueblo. Era un pueblo con un puerto muy pequeño y muy bonito, pero que tiene las mayores cuestas que he visto en mi vida. Una vez visitado el pueblo, con sus cuestas incluidas, volvimos al puerto para proseguir con el viaje de vuelta. Aquí llegó la sorpresa para mí y para todos los que estábamos allí, el barco tenía una avería y no podíamos regresar en él. Yo no sabía si reir o llorar, el día de mi cumpleaños y con los tickets comprados desde hacía semanas, no iba a poder hacer la excursión que tanto tiempo había estado esperando.

Con pocas explicaciones en un principio, tuvimos que volver otra vez hacia lo alto del pueblo para coger un autobús que nos llevaría hasta Deva, donde cogeríamos un tren que nos llevaría de nuevo a Zumaia, que es donde habíamos dejado el coche. Por supuesto, los niños encantados con eso de montar en autobús y en tren. En el viaje de vuelta yo le conté a la guía "mi historia" y se ofreció a contarnos allí mismo lo que nos hubiera contado en el barco acerca del flysch. La verdad es que al final no me fui con esa espinita clavada y se portaron muy bien porque, además de devolvernos el dinero de los tickets de ese día, nos regalaron otra excursión para un día después.

El día terminó mejor de lo que había empezado porque aunque tuve que soplar dos velas que indicaban un número muy alto de dos cifras, dimos buena cuenta de la caja de macarons que habíamos comprado el día anterior. Ah, y por fin acertaron con el regalo.




Día 4:

Teníamos pensado ir a Bilbao dos días antes, pero mi amigo Miguel me avisó de que era el último día de fiestas y estaría todo muy colapsado. Cuando llegamos, entendimos perfectamente por qué las llaman "las fiestas grandes de Bilbao". Según el tópico, tendemos a pensar que la zona de fiesta está un poco más al sur de la península, pero para nada. Y eso que lo que vimos fue únicamente cómo desmantelaban toda la infraestructura que habían montado, en la ribera del río, unos días antes para las fiestas.

Bilbao es actualmente una ciudad muy bonita y moderna donde "puedes ir a todos los sitios andando". Esto último me lo dijo mi amigo.


Aparcamos en el parking del Arenal, en el casco viejo y desde ahí pensábamos ir andando a recorrer buena parte de Bilbao. Lo primero que hicimos fue subir por la margen derecha del Nervión para ver el teatro Arriaga y llegar hasta el mercado de la Ribera. Este mercado me resultó más pequeño de lo que esperaba pero la zona de bares, con sus infinitas bandejas de pintxos, nos pareció de lo más alucinante.


Cruzando desde el mercado está la zona de las 7 calles, el verdadero casco histórico de Bilbao. Pasear por estas calles fue una verdadera gozada y más porque fuimos contando a los niños cosas curiosas sobre estas calles y buscando lugares de interés, como el único punto desde donde se ve la basílica de Begoña o la marca que indica hasta donde subió el agua en las inundaciones que se produjeron en los 80.

Desde allí nos dirigimos andando hasta la estación de metro de Abando, de la que habíamos leído que tenía unas bonitas vidrieras. Y la verdad es que eran bastante espectaculares.


A continuación nos fuimos caminando hasta la zona del Guggenheim, y pasamos justo por una calle desde la que hay una vista fantástica del famoso puente de Calatrava, con el que tantos problemas han tenido los bilbaínos. Lo que más nos impresionó desde la zona por donde llegábamos nosotros fue el colorido de la famosa escultura Puppy, pero una vez que te acercas ves que realmente se trata de un edificio espectacular y todo el entorno da una impresión de orden y tranquilidad.


Lo mejor de la jornada llegó en este momento, cuando quedamos con mi amigo para ir a tomar unos pintxos y unas cervezas. La primera cerveza  que pedimos fue una "pica", hasta que nos dimos cuenta de que eso era con limón. Ya no volvimos a pedir más de esas, nosotros es que somos más clásicos. Nos encantó esa cultura de los pintxos, es una auténtica maravilla que, aunque en otras zonas se ha intentado exportar, no hay ni punto de comparación.


Después de comer, ya con guía incluido, nos fuimos callejeando hasta la zona del estadio San Mamés, para que lo vieran los futboleros de la casa. Y después, por la margen izquierda de la ría fuimos paseando de nuevo hasta el Guggenheim, viendo la famosa Torre de Iberdrola que es actualmente el edificio más alto de Bilbao y la famosa grúa Carola, que se utilizaba en los astilleros para la construcción de grandes barcos y cuyo nombre tiene una historia detrás. En toda esa parte de la ría es donde estaban situados los grandes astilleros que se cerraron allá por los años 80. En la actualidad, toda esa parte de la ría ha sido remodelada e integrada en la ciudad. Fue impresionante ver el antes y el después en unos paneles situados en la parte de atrás del museo. En esa zona también se encuentran algunas esculturas bastante vanguardistas. La que más nos gustó fue la famosa Mamá. Se trata de una araña gigante que te acoge amorosamente entre sus patas.

La tarde terminó yendo en coche hasta Las Arenas, un barrio de Getxo, para ver el famoso puente de Vizcaya, que comunica este barrio con Portugalete y que es patrimonio de la Humanidad. Algunos no se conformaron solo con verlo, sino que también lo cruzaron. Por supuesto, yo soy de las que se quedó mirando, demasiado alto para mí.


Y para rematar la jornada, otra vez de pintxos por el barrio. Y además nos regalaron unos deliciosos bollos de mantequilla para desayunar al día siguiente.

Y como este viaje se está haciendo muy largo, pronto habrá una segunda parte.

viernes, 9 de febrero de 2018

El primer viaje sola

Estos días la casa ha estado más silenciosa de lo habitual. Y ello es debido a que la princesa Zeta está fuera.

Todo empezó hace unos meses, cuando en el colegio nos ofrecieron la posibilidad de que los niños de su curso participaran en un proyecto europeo de intercambio entre colegios. Se tendrían que ir a Portugal durante 5 días y convivir por parejas con familias de alumnos del colegio. Lo malo del asunto es que sólo podrían ir 6 niños del curso.

La princesa Zeta nos dijo que por supuesto ella se apuntaba (pues no le gustan a ella los viajes ni nada) y que una plaza era para ella sin duda.  Eso es tener seguridad en una misma. 

La pobre pasó un montón de nervios el día que dieron la lista de los niños que habían sido elegidos, tras valorar los méritos de cada uno. Resulta que dijeron en voz alta los nombres de los niños seleccionados y ella no estaba en la lista. Menuda decepción se llevó en ese momento. Pero menos mal que había habido un error y sólo habían dado cinco nombres, ella resultó ser la sexta.

Hasta el momento de irse no ha dado muestras de nerviosismo en ningún momento, ni siquiera cuando le dijeron que tendría que ir sola con la familia de acogida.

Y ahora que llega el momento de la vuelta, se lo está pasando tan bien que me dice que no le importaría quedarse unos días más. Esta niña ya está preparada para irse de casa, lo malo es que yo no. ;)

viernes, 2 de febrero de 2018

Disfraz de uva

A la clase del príncipe A le ha tocado disfrazarse para Carnaval de fruta o verdura de color morado. Toma ya, como si fuera tan fácil. Descartado hacer el disfraz de remolacha, como quería él, le he convencido de que el disfraz de uva mola mucho más.

La idea es ir vestido de negro y llevar un racimo de uva colgando por delante y otro por detrás.

Los materiales que hemos utilizado son:
  • 4 planchas de goma eva moradas de varios tonos.
  • 1 plancha de goma eva de color verde.
  • 1 plancha de goma eva plateada.
  • 1 metro de alfombra antideslizante morada.
  • 4 limpiapipas verdes.
  • Un trozo de cinta elástica negra de aproximadamente un metro.
  • Pistola de silicona.
  • Tijeras. 
Elaboración:
  • Se dibujan y recortan un total de 26 círculos en la goma eva morada. El diámetro del círculo es de aproximadamente 14 cm. El número de círculos dependerá del diseño que queramos hacer. En nuestro caso es una fila de 4 granos, dos filas de 3, una fila de 2 y una de 1.
  • En la goma eva verde se dibujan y recortan dos parejas de hojas de parra unidas.
  • Cortamos la alfombra antideslizante por la mitad. Nos quedarán  entonces dos trozos de aproximadamente 75 x 50 cm. En un principio íbamos a utilizar cartón para pegar la goma eva, pero en la tienda vi este tipo de alfombra que además era de color morado y más flexible que el cartón y me pareció que podría quedar bien.
  • Cortamos la cinta elástica en dos.  Introducimos una punta por un agujero de la alfombra antideslizante y la volvemos a sacar por otro. Las puntas de la goma tienen que quedar colgando por la parte donde no se van a pegar los círculos, qué será la parte menos lisa de la alfombra. Estos dos trozos de cinta se utilizarán para unir las dos partes del disfraz.
  • Antes de pegar los círculos, los vamos distribuyendo sobre la alfombra para hacer la composición de colores que más nos guste. También podemos comprobar si quedan mejor solapados o no. En nuestro caso están solapados unos con otros porque nos gustaba más. Las cintas elásticas deberán quedar en la parte más ancha del racimo, es decir, arriba.
  • Ahora vamos pegando los círculos uno a uno con la pistola de silicona. Debemos tener cuidado de no poner silicona encima de la cinta elástica que hemos dejado, para que así se pueda mover y ajustar mejor el disfraz.
  • Después pegamos las hojas de parra y les enroscamos un par de limpiapipas.
  • Para cada grano de uva recortamos y pegamos un trozo de goma eva plateada. Tiene que ser un poco curvado, de unos 5 cm. de largo y menos de 1 cm. de ancho. Esto simulará que tienen brillo.
  • Antes de empezar la otra mitad del disfraz hay que meter la cinta elástica que nos queda colgando de la primera mitad y volverla. Así quedarán unidas las dos partes.
  • Recortamos la alfombra alrededor del racimo de uva. 
  • Ajustamos las cintas elásticas según la altura a la que queramos colocar el disfraz.


Con los mismos materiales hicimos también un disfraz de contenedor de reciclaje amarillo.