viernes, 24 de julio de 2015

Qué poco dura lo bueno

Este año, las vacaciones de verano se están viendo reducidas a su mínima expresión. Pero tampoco no está sentando mal del todo, ya que la culpa la tiene el viaje que hicimos a Estados Unidos en primavera. Así son las cosas, no se puede tener todo.

Desde hace varios años vamos al mismo sitio de playa, Guardamar del Segura. Algo tiene que ver que los abuelos se compraran un piso allí. No se puede desaprovechar el alojamiento gratuito, entre otras facilidades. Es un lugar donde hay muchísimo turismo familiar, tanto nacional como extranjero. Es un sitio pequeño pero bastante agradable para pasar las vacaciones playeras.

Además, ha sido la primera vez que hemos dejados a los niños solos con los abuelos. Solos por decir algo, porque además de los abuelos estaban las tías, el tío y el primo. Sólo han sido 4 días porque teníamos que trabajar.

Así que, cada mañana, y no muy pronto, pertrechados con las tablas, los cubos y las palas (esto cada vez menos), hemos ido a la playa. Siempre esperando que la bandera estuviera verde, aunque la mayor parte de las veces era amarilla.

Aún me acuerdo cuando también bajábamos con la piscina pequeña, el carro, los biberones, pañales, etc. ¡Qué odisea era aquello! Ahora les toca a otros. ;)


En el agua hemos surcado las olas, cuanto más grandes mejor. El par de dos no le tienen miedo al agua, al contrario que su madre.

Una tarde fuimos de pesca, sin mucho éxito para los niños, aunque el abuelo pescó dos peces que devolvieron al mar.

El príncipe A ha descubierto que le encantan las sardinas asadas y la sepia. Es lo que pasa cuando se tiene mucha hambre y tu comida no llega, que te aventuras a probar cosas nuevas. Después de eso, todas las noches querían ir a un chiringuito a cenar sardinas. Quién lo ha visto y quién lo ve.

También lo hemos pasado genial con los primos y tíos. Los hemos llevado de paseo al faro, montados los 8 en un trasto con pedales de alquiler. Eso sí que fue hacer ejercicio. Y los niños lo pasaron genial.

Hubo una noche en que también se lo pasaron en grande. Cenamos en un chiringuito al lado de la playa, y mientras los adultos seguían en la mesa, las dos parejas se aventuraron a jugar en la arena, muy cerca del agua. Digamos que lo suficientemente cerca para que terminaran los 4 mojados enteros y alguno que otro tuvo que volver a casa en calzoncillos.

En fin, que han sido unas vacaciones playeras más cortas de lo habitual pero aprovechadas al máximo.

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