viernes, 15 de mayo de 2015

Respeto hacia los profesores y maestros

Hace unos días salió publicada una noticia cuyo titular venía a decir algo así como "Una madre amenaza con arrancarle los ojos a la profesora de su hija".

Sólo por el titular, uno puede pensar que se trata de una madre de familia que vive en un barrio marginal. O incluso que no ha tenido acceso a una educación en valores y ve normal este tipo de actitudes. Si bien es cierto que de lo primero estoy segura que no es así, de lo segundo ya no lo estoy tanto a tenor de su comportamiento.

Si el comportamiento en sí ya es horrible, esgrimir todas las amenazas delante de la niña me parece que poco tiene que ver con lo que debería ser una madre. Una madre debe, por ejemplo, proteger a su hija de este tipo de situaciones, sobretodo para no hacer que las vea como algo normal.

Las amenazas fueron denunciadas y juzgadas y la madre en cuestión condenada. 

Pero es que resulta que la susodicha pretende ser concejala en el ayuntamiento donde vivo. Y el que se presenta como alcalde no condena su actitud porque "es una madre defendiendo a su hija". ¿Estamos locos o qué?

Profundizando en la noticia te das cuenta que también había otras amenazas del tipo "no pararé hasta machacarte" o "voy a hacer todo lo posible por echarte del centro". ¿Cómo puede representarnos alguien que se cree, aún sin ser concejal, que está por encima del bien y del mal y que puede hacer que echen a una profesora de un colegio?

Para mí la profesión de profesor o maestro es de las más complicadas que existen, sobretodo por la gran responsabilidad que tienen. Y las cosas que hacen o dicen, en su ámbito, deberían ir a misa y no ser cuestionadas.

Recuerdo la primera reunión con la maestra de la Princesa Zeta. Nos dijo que cuando a ella un niño le decía que algo que ella había explicado no era así porque su madre se lo había explicado de otra manera, siempre le contestaba que su madre tenía razón. Pues para mí es justo al contrario, cuando la maestra dice algo, eso es así y punto. Confío en su buen criterio a la hora de corregir los exámenes y poner las notas o a la hora de regañar o castigar si han hecho algo que no está bien.

El maestro es la autoridad en el aula y no hay más vuelta de hoja.

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