lunes, 29 de junio de 2015

Escribiendo cada día peor

Es un hecho (con hache) que cada día escribo peor. Pero no en la parte esa de poner las comas, los puntos y seguido y los puntos y aparte, que también, sino en la parte de las faltas de ortografía.

Antes te decían que para escribir bien tenías que leer mucho y que cuanto más leyeses mejor terminarías escribiendo. Claro, que antes se referían a leer libros. Ahora, en cambio, se podría decir que cuanto más lees peor escribes. Y me estoy refiriendo a leer noticias que aparecen en las redes sociales y sus respectivos comentarios. Cómo es posible que la gente escriba tan mal.

Vale que cuando escribes con el móvil, el corrector te juega malas pasadas y te cambia unas palabras por otras, pero ¿también te añade o te quita haches? Esto creo que no.

Pues eso, que de tanto leer faltas de ortografía, al final te acabas uniendo a ellos. Y ya hasta dudas de si esta o aquella palabra eran con b o con v y no digamos con el tema de la hache, que, como he leído por ahí, aunque es muda, no es ciega.

Mis errores favoritos con las haches son estos:

- Los que confunden a ver con haber y en lugar de "a ver si llueve y refresca un poco" te colocan "haber si llueve y refresca un poco". Truco: cambiar la expresión por "veamos" y si suena bien es que es separado y evidentemente se trata del verbo ver, no del haber.

- Los que le colocan una hache a la preposición a y en lugar de "voy a salir un momento" te escriben"voy ha salir un momento". La a sólo lleva hache cuando se trata del verbo haber. Truco: antes de un verbo en infinitivo nunca puede ir ha.

- Los que se arman un verdadero lío con hay, ahí, ¡ay!. Como truco, el ejemplo que me enseñaron en la escuela cuando explicaron la diferencia y que me parece buenísimo: "Ahí hay un perro que dice ¡ay!.

- Los que le ponen hache a echar y se la quitan a hacer y te escriben "voy a hechar una carta" o "he echo un bizcocho". Truco: el verbo echar nunca lleva hache al principio y el verbo hacer la lleva siempre.

Con lo bien que se me daba la ortografía en la escuela y para lo que hemos quedado.

viernes, 26 de junio de 2015

Bizcocho de coco

Este bizcocho es muy fácil de hacer, queda muy esponjoso y lo mejor es que está riquísimo.

Ingredientes: 

- 120 gr. de harina.
- 50 gr de coco rallado.
- 1 sobre de levadura.
- una pizca de sal.
- 4 huevos.
- 100 gr. de azúcar.
- 1 yogur de coco.
- 100 gr. de aceite de girasol

Elaboración:

Mezclamos bien todos los ingredientes. Ponemos la mezcla en un molde untado con mantequilla y harina. Horneamos con el horno precalentado a 180 ºC durante 30 minutos.

domingo, 21 de junio de 2015

Camiseta de sandía

Deseando que llegue el verano para tomar sandía fresquita. Este año la vamos a tener hasta en las camisetas. Estas son las que hemos pintado.

Hemos necesitado:

  • Una camiseta blanca o de color claro.
  • Pintura para tela, de color rosa, verde y negro.
  • Un pincel plano.

Lo primero que hemos hecho es dibujar con lápiz la forma de la raja de sandía. Al pintar encima no se va a notar. Se empieza a pintar el color rosa, cuando esté seco, se pinta el color verde y por último el negro.

Después de pintar hay que dejar secar bien y planchar antes de lavar para que se fije bien la pintura.

Así ha sido el proceso y el resultado, facilísimo y rapidísimo:


viernes, 19 de junio de 2015

51 cosas que hicimos en Chicago

Estas son cosas que se pueden hacer en Chicago porque nosotros las hicimos:

1.- Nos tomamos un café tamaño XXL en un Dunkin Donuts. Aunque estaba rico, lo mejor era que te calentaba las manos.
2.-Nos comimos los agujeros de los donuts. Sí, allí venden los agujeros de los donuts, se llaman munchkins.
3.- Compramos un cubo de pollo frito en un Jewel-Osco y nos lo comimos en la calle.
4.- Esperamos en la puerta del cole al señor del carrito de los helados y los niños se comieron uno.
5.- Intentamos pedir un turtle cupcake en un camión de comida que había en el cole, pero no nos entendieron. Nuestra pronunciación de turtle no es la que ellos se esperaban.
6.- Compramos una tarta de cumpleaños típicamente americana, era feísima pero estaba rica.
7.- Vimos los food truck temáticos que se ponen debajo de la Torre Willis.
8.- Nos pedimos una pibiar, que resulta que es una cerveza que se llama Pabst Blue Ribbon y que se pide por sus siglas y está buenísima.
9.- Probamos lo que es una verdadera hamburguesa americana. Ahora nos da risa cuando vemos las del McDonalds. Algunos no querían ni mirar lo que se tenían que comer.
10.- Los niños pedían cheeseburguer with no cheese. Esta fue una de las coletillas del viaje.
11.- Fuimos a una pescadería donde tú mismo puedes ir cogiendo el pescado que quieres.
12.- Estuvimos celebrando el cumpleaños en el Rainforest, pedimos un Volcano y nos cantaron el cumpleaños feliz.



13.- Cogimos la línea marrón del metro para ver el loop y sentirte como en las películas.
14.- Los niños entraban corriendo al metro para sentarse en el último vagón y escuchar historias terroríficas contadas por su tío.
15.- Como hacía bastante frío nos pusimos debajo de las estufas que tienen en las marquesinas del metro. La temperatura no era de bajo cero, no me quiero imaginar cómo estarán de llenas cuando realmente haga bastantes grados bajo cero.
16.- Paseamos por las calles del centro financiero y contemplamos el río Chicago y sus muchos puentes.
17.- Nos fotografiamos delante del complejo de edificios Marina City, más conocido por su forma como "las mazorcas". Alucinamos al ver que había coches aparcados en la planta once. Este edificio sale en algunas películas americanas.
18.- Fuimos a ver el Millenium Park y nos hicimos fotos en Cloud Gate, más conocida como la habichuela por su forma. Es una obra escultórica muy característica y que atrae a muchos turistas. Casi no podíamos ni hacernos fotos.
19.- También vimos la Crown Fountain, una fuente donde se proyectan caras de los habitantes de Chicago y que ha sido diseñada por un español. Por suerte no echaba agua, la que se podría haber liado.
20.- A fuerza de ver los carteles clavados en los jardines de los vecinos, nos aprendimos los nombres de los candidatos a la alcaldía de Chicago.


21.- Contemplamos Chicago con nieve.
22.- Paseamos bajo la lluvia y también nos empapamos. Allí no llueve, diluvia.
23.- Vimos una forma genial de llevar a los niños al cole los días de lluvia.
24.- También paseamos bajo el sol.
25.- Fuimos a ver los autobuses escolares a la salida del colegio. Igualitos que en las películas.
26.- Visitamos la biblioteca Harold Washington. Impresionantes sus nueve plantas.
27.- También fuimos a la biblioteca del barrio y nos perdimos buscándola. Menos mal que Chicago es prácticamente una cuadrícula y la gente es tan maja que te buscan la dirección con su móvil.
28.- Y por supuesto, contemplamos escaparates en la Magnificient Mile. Lo que se dice comprar no lo hicimos, menudos precios.
29.- Caminamos por una de las calles más largas del mundo, la Western Avenue, con 37 kilómetros. Nosotros no anduvimos tanto.
30.- Como no podía faltar, hicimos compras en Michaels Arts and Crafts, una tienda que no se pueden perder los amantes de las manualidades.
31.- Recorrimos el campus de la Universidad de Chicago, con su propia policía y todo.


32.- Estuvimos en el punto donde se inicia la famosa ruta 66.
33.- Nos entró dolor de nuca al contemplar desde abajo la Torre Willis, el segundo edificio más alto de los Estados Unidos, después del World Trade Center de Nueva York. No subimos porque había que pagar por pasar miedo en un balcón transparente colgado en el vacío.
34.- A la torre John Hancock sí que subimos. Es gratis si vas al bar. Pero ya se encargan de cobrártelo cuando pides un café.
35.- Contemplamos las vistas más alucinantes de Chicago desde el baño de mujeres de la torre John Hancock
36.- Aprovechamos par ir al Lincoln Park Zoo, un zoologico que es gratuito. Y nos hicimos muchas fotos con los flamencos.
37.- Fuimos al Field Museum a ver el esqueleto de tiranosaurio rex más completo del mundo. Resultó ser una chica y llamarse Sue.
38.- Visitamos la Union Station, la gran estación de trenes, y en lugar de los bancos típicos de las películas, nos encontramos con el Delorean de "Regreso al Futuro".
39.- Nos hicimos fotos en el Wrigley Field, el estadio de los Chicago Cubs, uno de los equipos de beisbol de Chicago.
40.- Nos emocionamos al entrar en el United Center para ver un partido de los Chicago Bulls.
41.- Y más emoción al asistir a una misa gospel.
42.- Disfrutamos de jazz del bueno en el Green Mill.



43.- Cogimos periódicos en los dispensadores de gratuitos de periódicos.
44.- Descubrimos que los coches en Estados Unidos están hechos polvo y que la cinta americana se usa mucho.
45.- Los niños echaron una partida de bolos en una bolera enorme.
46.- Y se volvieron locos en el Chuck E. Cheese´s. Un centro de perdición para los niños y sus padres.
47.- También se divirtieron en los bonitos parques públicos que tiene la ciudad y que están especialmente pensados para que los niños y mayores se lo pasen bien.
48.- Por no decir cómo se lo pasaron, y qué mojados salieron de los experimentos acuáticos, en el Museo del niño.
49.- Nos sorprendimos con el tamaño de las botellas de leche. La medida era de un galón, que equivale a más de 3 litros de leche.
50.- Gastamos unos cuantos dólares, pero qué bien aprovechados, compramos recuerdos baratos y que nos están siendo muy útiles.
51.- Y por último y más importante, disfrutamos con la  parte de la familia que ahora vive allí. Sin ellos, este viaje nunca hubiese sido igual. Os queremos y os esperamos pronto de vuelta. O mejor no, quedaos ahí y ya volvemos a visitaros. ;)


lunes, 15 de junio de 2015

Creencias infantiles

El otro día preparando la cena, la princesa Zeta se pone a preguntar por cosas trascendentales:

-Mamá, yo creo que el Ratoncito Peréz no existe.
-¿Y por qué dices eso?
-Pues porque es imposible que él sepa exactamente qué es lo que yo quiero. Así que tienes que ser tú o papá.
-Ah! ¿Y entonces los Reyes Magos?- dije yo con el susto en el cuerpo.
-Ellos sí que lo saben porque a ellos les escribo una carta.
-:))))

lunes, 8 de junio de 2015

Niágara on The Lake

Aprovechando que estuvimos dos días en Niágara, nos acercamos a un pueblo canadiense muy bonito llamado "Niágara on The Lake", situado al sureste del lago Ontario y en la provincia con el mismo nombre.

Antes de llegar al pueblo nos dimos cuenta de que había una gran cantidad de bodegas y viñas. No sé muy bien qué tipo de vino se puede producir ahí, con el frío que tiene que hacer casi todo el año.

El día estaba bastante soleado pero hacía muchísimo frío. Un viento que te cortaba la cara e incluso había nieve en la orilla del lago.

Los niños se lo pasaron en grande tirando hojas al agua, que nunca llegaban al agua por el fuerte viento y tirándose ellos mismos rodando por una pequeña colina que había en un parque. Acabaron todos llenos de barro, pero lo bien que se lo pasaron no se lo quita nadie.

En el mismo parque había un cenador muy bonito donde la gente iba a hacerse fotos. El turismo es una de las principales fuentes de ingresos del pueblo. En dicho parque también había una placa donde estaban grabados los nombres de las personas que habían atravesado el lago Ontario nadando. Dependiendo de la zona elegida, algunos habían hecho más de 50 kilómetros, eso sí, casi todos habían elegido para la travesía el mes de agosto, que debe estar el agua menos fría.

Y hablando de kilómetros, en Canadá la distancia también se mide en kilómetros, no como en estados Unidos, que lo miden en millas.


Una curiosidad de este pueblo era una preciosa tienda de artículos navideños. El nombre ya lo decía todo "Just Christmas". Estaba claro que no te podías encontrar otra cosa que no fueran objetos relacionados con la Navidad.

Nos llamó mucho la atención que tuviesen colocado un árbol de navidad boca abajo colgado del techo. También había un árbol hecho con alambre, cuyos adornos eran botellitas de vino, por eso de ser una zona vinícola. Cualquier tipo de adorno que te pudieras imaginar allí estaba: instrumentos musicales, profesiones, deportes, luces de star wars e infinidad de cosas más.


viernes, 5 de junio de 2015

Cataratas del Niágara en tortugoneta.

He de decir que este viaje a las Cataratas del Niágara en furgoneta ha sido uno de los mejores viajes que he hecho en familia. Unos 896 kilómetros (557 millas) de ida, yendo por la parte sur del lago Erie y unos 856 kilómetros de vuelta (532 millas), viniendo por la parte norte del mismo lago.

La tortugoneta, como diría el príncipe Eme, la habíamos alquilado a propósito para hacer este viaje y no defraudó. Era de 12 plazas más maletero pero viajábamos 10 personas e íbamos bastante cómodos. Además, teníamos dos conductores que se iban turnando y sólo parábamos para las típicas paradas cuando vas con niños y para comer. Que otra cosa no, pero en las autopistas americanas hay muchas áreas de descanso con restaurantes y todo todo tipo de servicios. Claro que los restaurantes son las típicas cadenas americanas de comida. A la ida, llevábamos unos maravillosos bocatas de tortilla que habíamos hecho antes de salir, y con pan francés, que es lo más parecido al pan que se vende en España. Vamos, que nos supieron a gloria cuando paramos para comer.

Nos pusimos a comer en la parte de afuera de la zona de restaurantes, que nos pareció un sitio fantástico porque hacía solecito, y resultó ser un zona de descanso para perros. Es lo que tiene ir muertos de hambre y pasar de leer los carteles que lo indicaban. 

Después de comer entramos a la zona de restaurantes tomar un café de esos que te ponen en vaso largo, y no sé de quién fue la idea de no tomar el típico café Starbucks, que cuesta un ojo de la cara, o el de Dunkin Donuts, que está buenísimo y es más barato. Pero el caso es que pedimos un café en otro sitio que a la vez era una tienda de recuerdos y estaba tan malo que no nos lo pudimos ni beber. Ese fue el recuerdo que nos llevamos de la tienda y, eso sí, era mucho más barato. La princesa Zeta desde entonces suele recordarme que las cosas baratas siempre salen más caras y tiene más razón que una santa.

La siguiente parada la hicimos en Toledo, pero el que está en el estado de Ohio. Sólo bajamos para hacernos la foto porque nos quedaba bastante camino por delante.

Como no queríamos pegarnos una paliza de viaje, sobretodo por los niños, hicimos parada en un motel de carretera. Esto es una de las cosas típicas que hay que hacer si haces un viaje largo por carretera en Estados Unidos. El motel se llamaba "Motel 6" y es una cadena de hoteles situados en Estados Unidos y Canadá. Estaba un poco antes de llegar a Cleveland, en un pueblo que se llama Amherst, exactamente en Leavitt Road. El sitio era como de película americana, las puertas de las habitaciones daban a la calle y el edificio era de dos plantas.

Llegamos como a las 7 de la tarde, pero resulta que ya había una diferencia horaria de 1 hora, con lo que tuvimos que dejar todo deprisa para irnos a buscar sitio para cenar porque allí eran ya las 8 y cerraban poco después. Estuvimos cenando en un sitio llamado "Panera Bread", donde hacen unas sopas riquísimas. La que yo pedí, recomendada por mi hermana era de brócoli y queso y estaba deliciosa. La curiosidad es que te la pueden servir en un cuenco o en un pan redondo en el que han hecho un agujero. Este sitio también es de una cadena de restaurantes y fuimos allí porque ya lo conocía nuestra familia.

Tanto nos gustó el sitio que al día siguiente madrugamos y fuimos a desayunar al mismo sitio, esta vez unos deliciosos cinnamons rolls.



Desde que salimos de Chicago habíamos atravesado los estados de Illinois, Indiana, Ohio y Pennsylvania. Y aún nos quedaría el estado de New York para llegar a las cataratas del Niágara y el de Michigan en la vuelta a Chicago. 

Cuando te vas acercando a las cataratas desde la parte americana, que es lo que nosotros hicimos, lo que se ve es una nube que se produce por la fuerza del agua al chocar en la caída. Esta nube se produce en la catarata canadiense, que es la sale que en las fotos y que tiene forma de herradura por eso la llaman Horseshoe Fall. Porque hay que decir que realmente hay dos cataratas, la catarata americana y la catarata canadiense. Justo en ese punto el río hace frontera entre los dos países.

Como nosotros estábamos alojados en la parte canadiense, que es la que tiene las vistas bonitas, teníamos que cruzar la frontera en ese punto, cosa que fue relativamente fácil, sólo tuvimos que esperar la cola de coches y enseñar los pasaportes.

Ya en ese punto íbamos todos bastante emocionados por ver cómo era esa maravilla de la naturaleza. Aunque la familia americana ya habían estado, por suerte para nosotros. La cosa desdeluego no defraudó. 


Como ya he dicho, la familia americana había estado hacía unos meses, aunque el viaje lo habían hecho en avión. Por ello, ya sabían dónde nos teníamos que alojar para tener unas vistas excepcionales. La novatada del alojamiento la pagaron ellos en su primer viaje. Así que tenían habitaciones reservadas en el Hotel Hilton.

El hotel tiene dos edificios conectados por el hall de entrada, y la pena fue que tuvimos que estar en edificios distintos, unos en la planta 29 de uno y los otros en la planta 35 del otro. Pero las habitaciones estaban genial (qué bien se dormía en esas camas) y las vistas no defraudaron. Desde la nuestra, se podía ver a la izquierda la catarata americana y a la derecha la canadiense. Entre una y otra teníamos el hotel casino, que empañaba un poco el espectáculo.


Según te vas acercando a la catarata, la cosa impresiona bastante. Tanto la nube que se eleva y que te deja empapado, igual que si estuvieran continuamente lloviendo, como el ruido ensordecedor del agua al caer hacen que seas consciente del poder de la naturaleza y de la suerte de poder estar viendo en directo algo así. El filo de la catarata es imposible de ver por la nube que hay.

Tuvimos la gran suerte de que no había excesiva gente y pudimos verlo todo tranquilamente, los dos día que estuvimos. Incluso el segundo día nos dio tiempo a ver los túneles de las cataratas (Behind de Falls). Es bastante cara la entrada, pero ya que estábamos allí decidimos bajar. La atracción consiste en bajar unos 50 metros en ascensor y recorrer unos túneles que están hechos por detrás de la catarata y que tienen otros túneles perpendicularmente, abiertos justo por donde cae el agua. En nuestro caso, uno de los túneles estaba aún congelado y sólo se veía hielo, y en el otro sólo se veía agua caer. Pero lo verdaderamente impresionante es el ruido y la vibración que se siente ahí abajo, a mí me daban ganas de salir corriendo para arriba otra vez, parecía que aquello iba a explotar de un momento a otro. Esta atracción también consistía en la salida a una especie de terraza de dos plantas que tienen vistas justo al lateral de la cascada. La planta de abajo de esa terraza estaba cerrada porque estaba llena de nieve aún y sólo pudimos verla desde la parte de arriba, que tenía una especie de ventanales abiertos.

En el edificio donde se sacaban las entradas para esa atracción había muchos paneles informativos acerca de las cataratas. Me impresionó mucho que en los dos últimos siglos, la erosión hubiese hecho retroceder la catarata en unos 200 metros. Pero más me impresionó que en 1969, los americanos decidieran secar su catarata para hacer un estudio geológico del lecho del río. El objetivo era estudiar la mejor manera de conservar las cataratas. Finalmente decidieron no actuar sobre el lecho del río y dejar que la naturaleza siguiera su curso.

El pueblo de Niágara en sí no es nada bonito. La verdad es que parece todo muy artificial. Hay unas pocas calles llena de atracciones al estilo de un parque temático. Llama mucho la atención este tipo de ambiente para atraer el turismo, cuando al lado hay una maravilla de la naturaleza como son las Cataratas del Niágara.

La vuelta a Chicago la hicimos por la parte norte del lago Erie, que es aún Canadá hasta casi la llegada a Detroit, donde está la frontera entre los países. Y la hicimos del tirón, en el mismo día.

Si la entrada en Canadá había sido bastante fácil, la entrada a Estados Unidos no lo fue para nada. La verdad es que el hecho de que fuéramos 10 españoles en una furgoneta con los cristales tintados no ayudó mucho. Pero es que el agente Bower, que así se llamaba el policía que nos tocó en la aduana, nos hizo pasar bastante mal rato. La verdad es que fue todo una mezcla de tensión e incredulidad. Después de repasar todos los pasaportes concienzudamente, de abrir las puertas de la furgoneta para mirarnos uno a uno y de abrir el maletero por si llevábamos 'FOOD' (entre todas las preguntas que nos hizo, cuando nos pregunto si llevábamos comida lo hizo gritando y nos dejó a todos alucinados), nos dejó pasar sin problemas. Creo que aún se debe estar partiendo de risa cuando le cuenta a sus amigotes cómo acojonó a unos pringaos españoles. Así las gastan los americanos en la frontera, haciendo de polis malos siempre que pueden.

lunes, 1 de junio de 2015

Museo Harley-Davidson

El museo Harley-Davidson se encuentra en la ciudad de Milwaukee, a unos 150 kilómetros al norte de Chicago.

En un principio no teníamos pensado ir a este museo en nuestro viaje a Estados Unidos, pero pensé que podía ser una bonita sorpresa para el padre de las criaturas, al que le gustan mucho las motos.

Así que convine con el resto del grupo en que podíamos alquilar un día antes la furgoneta que teníamos previsto alquilar para ir a las cataratas del Niágara.

Y allá que fuimos, en la furgoneta bautizada como "Tortugoneta" por el príncipe Eme, que no sé si le dio este nombre porque la conducía su padre. ;)

Durante el viaje nos dimos cuenta de la cantidad de coches viejos y con desperfectos que circulan por las autovías americanas. Desperfectos con los que en España no creo que pasasen la ITV, pero allá que iban ellos tan panchos.

El viaje se hizo bastante corto, sobretodo porque para casi todos era el primer viaje de estas características por Estados Unidos y porque íbamos 10 en una furgoneta, 4 de ellos niños, con lo cual había poco lugar para el aburrimiento.

Eso sí, hubo gente que empezó a protestar porque "adónde íbamos" y "a mí no me metáis en ningún museo, yo  me quedo en un bar". Opinión que cambió en cuanto llegamos y vió de qué se trataba.


El museo me encantó, por fuera por su estética "industrial", y por dentro porque contaba la historia de la marca Harley-Davidson desde sus inicios allá por el año 1903 hasta la actualidad. Se exhiben motos de todas las épocas, que son unos auténticos tesoros.

El museo se inauguró en el año 2008, coincidiendo con el 105 aniversario de la empresa. Fuera del museo hay una cafetería, un restaurante ambientado en la marca y una tienda de recuerdos que tenía cosas muy chulas y donde arrasamos.

Sin duda es un sitio para ir, sobretodo si te gusta el mundo de las motos, y si no, también está bien, al menos una vez en la vida.