En menudo lío nos metemos los padres la primera vez que organizamos o vamos a un cumpleaños infantil. Nos metemos ya en una espiral de celebraciones de la que ya no salimos hasta que ellos mismos organizan o van a su primer botellón (de refrescos, claro).
La primera vez que nos invitaron a un cumpleaños infantil fue cuando la princesa Zeta tenía 3 años, en primero de infantil. Y ya fue en un parque de bolas. La primera vez que invitan a tu hijo no sabes muy bien qué hacer, si llevar a tu hijo o no llevarlo. Si no lo llevas, piensas que tu hijo se va a quedar aislado y que ya no lo van a volver a invitar nunca. Y si lo llevas, te metes ya dentro del negocio, que igual es peor por las decepciones que se pueden llevar después.
La princesa Zeta celebró su primer cumpleaños en segundo de infantil y fue en casa. Invitamos a 5 compañeros de su clase, sus mejores amigos de aquel entonces, con alguna niña incluso había ido a la guardería. Ni qué decir tiene que no aceptamos regalos que hubiesen costado dinero, eso quedó claro en la invitación y así hicieron los invitados. Pero una madre le le hizo una especie de alfombrilla con fotos de sus compañeros de clase. Aún la tiene guardada en su estantería y le hace mucha ilusión cuando la ve.
Pero la bola de nieve empezó a crecer y crecer y pasamos a recibir muchas invitaciones de cumpleaños. Y no sé de dónde se sacó la bonita norma de que había que poner 10 euros de bote para comprarle un regalo al cumpleañero. Menos mal que al poco tiempo la tarifa bajó a 5 euros, se ve que empezó la crisis. Esta cantidad sigue instaurada a día de hoy y me sigue pareciendo excesiva. Alguna madre sugirió que se bajase esa cantidad, sobretodo si el cumpleaños lo celebraban entre varios, pero la propuesta fue desestimada.
En la clase del príncipe A hay instaurada una mejor manera, en mi opinión, de celebrar los cumpleaños. Hay 3 celebraciones al año, más o menos una por trimestre, y van todos los niños. En cada celebración se juntan de 4 a 6 niños para celebrarla. Aunque también se pone una cantidad en concepto de regalo para el cumpleañero, que suele ser de 2 euros por niño que cumple años. También es cierto que quien no puede pagar puede asistir a la celebración sin problemas. Sigo pensando que no habría que poner dinero, pero al menos es una cantidad mucho menor. Y además te quitas el problema de invitar a unos niños sí y a otros no, todos están invitados y ningún niño se siente discriminado.
En el caso de la princesa Zeta, excepto este último año, siempre ha invitado a todos sus compañeros. El año anterior no invitó a nadie, pero porque nos pilló en Chicago y pasó, según ella, el mejor cumpleaños de su vida. Algunas veces también se ha juntado con algún compañero para celebrarlo. A ella tampoco la invitan todos los niños de su clase, cosa que me parece normal, por otro lado.
Con respecto a invitar o no, nos hemos encontrado con situaciones bastante surrealistas. Una vez fue a un cumpleaños, invitada por un compañero y se encontró con que era una celebración compartida con otro compañero, el cual no la había invitado.
Pero la princesa Zeta, por suerte para ella, no se toma las cosas como yo y aprendo mucho de ella. Justo unos días antes de su cumpleaños, otro niño celebraba el suyo. La princesa Zeta no fue invitada a ese cumpleaños, aunque otros años sí lo había sido, incluso habían lo habían celebrado juntos en alguna ocasión. Pues pese a no ser invitada, ella sí quiso invitar a este compañero y así lo hizo, produciéndose una conversación muy didáctica, teniendo en cuenta que se trataba de niños que aún no habían cumplido 9 años:
-Toma Pepito, la invitación para mi cumpleaños.
-Pero, princesa Zeta, yo no te he invitado al mío. Vamos a hacer una cosa, te devuelvo la invitación y hacemos como que tú tampoco me has invitado a mí.
-No, no, yo sí que quiero invitarte a mi cumpleaños, quédate con la invitación.
Al final el niño sí fue a su cumpleaños y la princesa Zeta, una vez más, me dio una lección de cómo comportarse y resolver situaciones complicadas.
Y no ha sido esta la única situación complicada con la que ha tenido que lidiar la pobre. Tampoco fue invitada a otro cumpleaños que casualmente se celebraba en una bolera a la que nosotros también solemos ir. La cara que se nos quedó cuando al entrar vinieron un montón de compañeros suyos preguntándole si venía al cumpleaños, fue todo un poema. Por supuesto, no teníamos ni idea de que allí se estaba celebrando ese cumpleaños. Pero en fin, son cosas que pueden ocurrir en ciudades pequeñas.
Por suerte, por ahora no los he visto molestos o tristes por no haber sido invitados a un cumpleaños, cosa que sí he visto en otros compañeros. Al fin y al cabo son niños y lo único que quieren es verse integrados en el grupo y divertirse todos juntos.