El año pasado tuvimos unos pajarillos ocupas en nuestra terraza, pero la cosa no salió muy bien, algo tuvimos que hacer mal porque abandonaron sus huevos.
Este año, más o menos a finales de abril, vimos que en la terraza de la cocina había por el suelo muchas plumas, pelo, pajas y otros materiales de construcción de nidos. Con esas pistas, se nos ocurrió mirar en la maceta vacía que tenemos en lo alto de la estantería, que es en la que el año pasado pusieron huevos los pajarillos ocupas. No habíamos llegado a quitar de ahí la maceta, quizás con la esperanza de que nos dieran una nueva oportunidad y nos volvieran a visitar. Estaba claro, los pajaros volvían a construir su nido ahí, incluso los veíamos entrar y salir por entre las lamas de la ventana.
A los pocos días, veíamos que no seguían construyendo su nido, pero sí que estaban dentro de él porque cuando abríamos la puerta salían volando asustados. Fue entonces cuando vimos que habían puesto 4 huevos y los estaban incubando. A los pocos días ya había 5 huevos. Aprovechábamos a mirar cuando no estaban y con mucho más cuidado que el año pasado porque no queríamos estropear nada.
Al poco tiempo nos enteramos de que los pájaros en cuestión eran gorriones y que se trataba de una pareja. Estuvimos buscando información al respecto y resulta que estos pájaros viven en pareja y pueden incubar varias tandas de huevos a lo largo de la temporada. Ya distinguíamos claramente quién era el macho y quien la hembra y veíamos como se turnaban para incubar sus huevos. También supimos que los huevos eclosionarían en menos de 2 semanas. Teníamos mucho miedo cada vez que salíamos a la terraza por si se asustaban y volvían a abandonar el nido. Lo cierto es que era alucinante comprobar que se iban del nido asustados cuando salíamos pero se esperaban fuera en un muro que hay en la urbanización y volvían en cuanto sentían que ya no había peligro.
De pronto aparecieron varias pistas que nos indicaron que algo había pasado con los huevos: vimos a los padres llegar con algo en el pico y descubrimos que había una cáscara de huevo en el suelo. Como no podíamos más de la emoción tuvimos que mirar a ver qué había pasado. Resultó que los gorriones habían nacido. Solo se podía distinguir que eran pequeñísimos, no tenían plumas y estaban cubiertos en algunos sitios por una especie de pelo fino. No podíamos saber cuántos eran en ese momento. Pero sí nos dimos cuenta de que debían tener mucha hambre porque los padres no hacían más que ir y venir con comida.
A la vuelta de un fin de semana que estuvimos fuera, descubrimos que algo no iba bien porque había un pajarillo muerto tirado en el suelo, a cierta distancia del nido como para pensar que se había caído él solo. Dedujimos que este pájaro había muerto hacía poco tiempo porque ya no era recién nacido y los padres lo habían sacado del nido. Dos días después vimos otro pajarillo colgando por fuera de la maceta. Este sí que era recién nacido, por lo que supusimos que llevaba muerto desde el principio y los padres lo habían sacado para mantener a los otros 3 sanos y salvos. Nos dio mucha pena, pero son las cosas que pasan en la naturaleza.
Durante un tiempo, los padres no hacían más que entrar y salir con comida. Se veía claramente qué tipo de comida traían: insectos, larvas, arañas. Nos daba cosa tender la ropa en nuestro tendedero por si se ensuciaba con esos bichos, pero nunca hemos notado nada. En muchas ocasiones coincidía que estábamos tendiendo la ropa cuando venían con la comida y entonces ellos se esperaban fuera, apoyados en las máquina del aire acondicionado. Pero a los pocos segundos volvían a intentar entrar de nuevo. Tantas veces lo intentaban que lo que ya hacíamos era salirnos de la terraza para que no se asustaran y que llevasen la comida al nido. Cuando veíamos que se iban, continuábamos con nuestra tarea. En los últimos días ya no se asustaban tanto cuando estábamos fuera.
Con mucho miedo, cada 3 o 4 días íbamos mirando el nido para ver su evolución. Vimos cómo crecían de rápido y se iban llenando de plumas, cómo empezaban a piar y lo hacían cada vez más fuerte. Y sobretodo nos dimos cuenta del gran trabajo que hacían esos padres para alimentarlos.
La última vez que se me ocurrió mirar el nido, a las tres semanas de eclosionar más o menos, ví que habían crecido muchísimo. Me dí cuenta de que sólo había 2, algo había pasado. Me dispuse a hacerles una foto y de repente uno salió volando y se metió hacia la cocina. Del susto llamé corriendo al príncipe A y a la princesa Zeta para contárselo y además para que lo buscaran porque yo no lo veía por ningún sitio de la cocina. Resulta que se había metido debajo del armario de la entrada. Lo recuperaron y al intentar dejarlo de nuevo en el nido, el otro voló también y se escondió en la estantería, entre las cosas que allí se almacenan. ¡La que habíamos liado!
Lo que sucedió a partir de ahí fue que solo conseguimos volver a dejar uno dentro del nido y en su sito de nuevo. A los pocos segundos se subió desafiante al borde de la maceta y desde allí nos observaba, creo que incluso riéndose de nosotros. Y encima no se le ocurrió otra cosa que volar hasta detrás de la lavadora. En ese momento llegó la madre con comida y vio que sus polluelos no estaban en el nido. Miraba hacia el sitio donde se oía piar al pajarillo pero tampoco hizo nada por buscarlo, creo que estaba más preparada que nosotros para esa situación.
No sabíamos muy bien qué hacer e incluso pensamos en mover la lavadora para sacarlo, pero la princesa Zeta que observaba detrás de las cortinas nos dijo que ya había salido él solo. En ese momento vimos que era cierto, se estaba acercando andando por el suelo hacia la parte de la pared donde están las lamas. Después de la que habíamos liado, queríamos cogerlo para volverlo a dejar en el nido pero de repente, se escabulló por entre las lamas y ¡voló!.
Suponemos que sus hermanos ya hicieron lo mismo antes que él porque no los hemos vuelto a ver ni a escuchar. Los padres tampoco han vuelto al nido.
Y esta es nuestra bonita historia de segundas oportunidades. Tenemos una gran alegría por haber conseguido esta vez que los huevos sí salieran adelante y una gran tristeza por tener ahora un nido vacío. Pero, ¿quién sabe?, igual al año que viene nos vuelven a elegir.